Hay quien consigue a través de la
palabra sanarnos, transportarnos a un ayer que se convierte en
hoy dónde lo verdaderamente importante hace carecer de sentido a todo lo
irrelevante y material; dónde las huellas de los que conocimos retoman el lugar
al que pertenecen.
Sonidos que transmiten la calidez y
hospitalidad de gentes de otras culturas siempre que encuentren la reciprocidad
del saber hacer , del saber escuchar, del saber comprender.
A Pedro Gilthoniel lo
descubrí casi por casualidad, más bien él vino a nosotros como caído del cielo.
Con el don de sus sonidos como equipaje, el trueque como forma de
vida y una mochila cargada de experiencias ávidas de ser compartidas, se
me dibujó como aquel velero que llamaban Libertad.
Libertad de enseñar, libertad de
vivir, libertad de compartir y la más grande "Libertad del Ser", la libertad de intercambiar diferencias.
Alguien muy querido me enseñó una vez que las diferencias hacen más interesante
al mundo , llena de color tus días y con tan sólo empatía otro mundo sería posible, porque en el fondo todos somos familias buscando
destinos.
Jugando a ser Marco Polo fue
creciendo convirtiendo su sueño en realidad . Cruzó Asia durante 13 meses desprendido de ropajes tecnológicos ,
sin móvil, sin internet, sin cámara; ofreciendo su sonrisa como
pasaporte, sus gestos como señal y su enseñanza como recurso de
vida ,a cambio de alojamiento y comida.
En su
entregado coloquio arrastra a seguir el camino de sus pasos ( aún los menos
atrevidos), animando a acompañarlo por este
Viaje al descubrimiento de otras
culturas. La magia de los sentidos
emerge en su entretenida exposición; olor a incienso y pañuelos de La Ruta de
la Seda dan paso a sutras del Libro
Tibetano , mientras el envolvente sonido de su cuenco cantor acuna mapas, fotos
y vídeos marcando el camino a la tolerancia, al respeto y a la reflexión.
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