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jueves, 4 de abril de 2019

CRUCES DE CAMINO



He cambiado muchas veces de vida,
bajándome de vagones a punto de descarrilar.
He tenido choques frontales
de los que prefiero ni hablar.
He tomado trenes
avocados al fracaso
nada más empezar.


He roto de un golpe mis cadenas,
harta de tácticas y de estrategias.
He intentado hilvanar
vacíos deteriorados,
aunque no siempre es posible
coser las roturas del desencanto.

He saltado abismos infranqueables,
ignorado a los que medran
alentando fracasos.
He podido escuchar mis huesos crujir
y el eco de una negra sombra
alentando rendición.
Se han quebrado mis pilares y cual Lázaro
he seguido avanzando.

Mil lápidas pesan,
otras mil ciernen sobre mi cabeza,
sin embargo,
nunca me he preguntado que hubiese pasado
de haber seguido otras huellas,
de haber elegido otras cruzadas,
de haberme estancado en los pantanos del fracaso.

No arrepentirse de las decisiones
es vivir intensamente los segundos,
es sentir lo fugaz que es un momento,
es llenar realidades con sueños,
es morir en escenarios y
resucitar de traumáticas experiencias.

Porque aunque la vida nos ponga a prueba
no hay mayor éxito que dolerla,
abrazarla, sentirla,
abrir tus puertas dispuesta a desnudar tus entrañas,
y dejar pasar a quienes merezcan compartirla,
con tu misma Intensidad.

jueves, 1 de enero de 2015

LA BREA DE MIS HUELLAS_


Existen vagones a ciertas horas de la madrugada cargados de nostalgia que no se pueden desaprovechar. Uno se sube a pasear por la melancolía. Recorridos imposibles de retomar, nunca pasan por el mismo lugar ni de la misma forma. Hay  un tiempo para  reír, para cantar, para soñar. Hay momentos para retomar, para proyectar y breves ocasiones para bajarse en la parada de los recuerdos. Sorprendentes viajes sin rumbo fijo que hemos de transitar porque para el olvido siempre hay tiempo.
En el trayecto escucho los ecos de aquellas voces que me acompañaron en mis desvelos,  programas nocturnos de radio donde no importaba ponerle cara a nadie. La voz era la protagonista. Numerosas aves nocturnas seguíamos el mismo ritual para lanzarnos a volar. Días de vino y rosas alrededor de una hoguera prendida con el calor de la gente, divagaciones amistosas al compás de las llamas pretendiendo fabricar un universo diferente. Sed de comernos el mundo. ¿Y quién no? 

Mis recuerdos son olores con canciones donde los acordes acompañan soledades. Aromas que transportan a un espacio, a un rincón, a un lejano momento en el tiempo. El perfume que me embriaga la esencia de la ternura, la suave caricia de una madre en la mejilla. Mezclas personales hacen de lo mío tuyo, de lo tuyo suyo, de lo suyo nuestro.
Los ecos que percibo, están ligados a sones golpeando la puerta de instantes entrañables ¿Sabrán estos desconocidos tanto de lo que compartimos? Canciones de Silvio, de Pablo, de Víctor. Momentos  salvados con Serrat, Antonio y Urquijo golpeaban nuestra puerta. Navegamos entre mares de bolero y tango, embarcándonos en habaneras y cancios de chigre mientras Chavela nos susurraba al oído. A Frida Kalho ya la admirábamos antes del paseo de Sabina y  Diego Rivera con su boulevar de los sueños rotos .Una sombra cargada de luz.

Entre poemas de Hernandez y Machado fuimos creciendo, leyendo entrelíneas  libertades del pensar. No olvidamos a Pescadilla ni a Pinón y Telva mientras Sherezare envolvía nuestras noches de luna llena. Repaso idilios, travesuras, la ausencia del miedo en nuestros juegos. Mantengo el serrín de mis zapatos.
La brisa me trae un calidoscopio de optimismo y buen humor, la mirada al mundo de mi  madre. La tos de minero de mi abuelo sigue anclada en mi memoria mientras unas manos morenas  escondidas del sol, calientan una plancha de hierro en la chapa de una cocina de carbón. Horas eternas al compás de un apagón, el quinqué  la salvación.


Vientos de un pueblo retornan con el olor a pan recién horneado,blancas casitas y sillas de enea en los umbrales, Extremadura a la vuelta. Meciendo cunas Mieres del Camino, Xiana, Los mártires, el prau Llagüezos con sus corderos.; el mar de Gijón fue la brea de mis huellas: el Muro, el Rompeolas, la Escalerona; Oviedo regentó el sello de mi postal: el Antiguo, el Naranco, el Fontán. La senda que camino otros la pisaron ya.

Ando, respiro, me emociono con una gota de lluvia; con el murmullo del viento; con la sonrisa de un niño. Cierro mis ojos esperando despertar con un trino cargado de energía. Naturaleza viva que logra sobrevivir a pesar de los múltiples intentos por deshacernos de ella. Busco lo que todos, un planeta habitable donde situar a los que quiero, lejos del ruido de los mercados, ajenos a la guerra del dinero. Llamémoslo ilusión, llamémoslo sueño.
¿Y quién no?